Atravieso el umbral descolgando sus lágrimas frías y penetro en la nube hambrienta, dejando por rastro una puerta derretida. El plateado resplandor se tragó el jardín y al dragón enredado entre las rosas, busco el camino y a mis ojos desbarrancados en el pétalo sobreviviente. La nube vomita mis nombres que recojo en el asfalto asqueado de pisadas impasibles, y la calle me mira besada por el día que espera mis angustias.
Regreso a la nube.
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